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Estaba sentado el otro día...
Estaba sentado el otro día delante de mi ordenador cuando me acordé que tenía que llamar por teléfono a un compañero. Descolgué el auricular y marqué el número de memoria. Me contestó un tipo соn muy mal humor diciendo:
- ¿Qué quiere?
- Soy Luis Vera, ¿podría hablar соn Abel Eduardo? – dije amablemente.
- Te has equivocado, ****o – me respondió y acto seguido colgó.
No daba crédito a lo que me estaba ocurriendo. Agarré mi agenda para buscar el número de mi compañero y comprobé que, efectivamente, me había equivocado. Pero como aún recordaba el número “erróneo” que había marcado anteriormente, decidí volver a llamar a aquel tipo y cuando me respondió el teléfono no esperé a que contestara y le dije:
- Eres un **** – y colgué rápidamente.
Inmediatamente apunté aquel número en mi agenda junto a la palabra “****”.
Cada dos o tres semanas, cada vez que estaba cabreado (porque me llegaba una letra inesperada, o un aviso de multa, o соn mis amigos, o alguna situación por el estilo) volvía a llamarlo y sin dejarle contestar le decía:
- Eres un ****.
Esto me servía de algún modo como terapia y me hacía sentirme mucho más relajado. Unos meses después, la maldita Telefonía introdujo el servicio de identificación de llamadas, lo cual me deprimió un poco porque tuve que dejar de llamar al “****”. Pero de repente, un día se me ocurrió una idea: marqué su número de teléfono y cuando escuché su voz le dije:
- Hola, le llamo del departamento de ventas de Telefonía para ver si conoce nuestro servicio de identificación de llamadas.
- No. – me dijo el tipo grosero, y me colgó el teléfono.
Rápidamente lo volví a llamar y le dije:
- Eres un ****.
Un mes después, estaba yo esperando соn mi coche a que una anciana saliera de la plaza de estacionamiento de un súper. Esta lo hacía muy lentamente y cuando terminó la maniobra y me disponía yo a ocupar la plaza libre, apareció un Golf GTI nеgrо a toda velocidad y se metió en el hueco que iba yo a ocupar. Comencé a tocar el claxon y a gritar:
- ¡Ey, oiga!, ¡ocupó el lugar que estaba yo esperando!, ¡No puede hacer eso!.
El tipo del Golf se bajó, cerró el coche y se fue hacia el centro comercial ignorándome como si no me hubiera oído. Yo me quedé completamente frustrado y pensé:
“Este tipo es un ****. El mundo está lleno de ellos”. Justo en ese momento vi un letrero de “SE VENDE” en el cristal de atrás del Golf. Lógicamente anoté el número y me fui a buscar otro lugar donde estacionarme.
A los dos o tres días, vi en mi agenda el número del “****” y me acordé que había anotado él numero del tipo del Golf. Inmediatamente le llamé y le dije:
- Buenos días. ¿Es usted el dueño del Golf GTI nеgrо que se vende?
- Sí, yo mismo.
- ¿Podría decirme donde puedo ver el coche?
- Sí, por supuesto. Yo vivo en la calle San Agustin esquina соn Jardines , es una casa amarilla y el coche esta estacionado justo enfrente de la casa.
- ¿Cómo se llama usted?
- Enrique Juárez.
- ¿Qué hоrа sería la mejor para encontrarme соn usted y discutir los detalles de la compra, Enrique?
- Pues yo suelo estar en casa por las noches.
- ¿Puedo decirle algo, Enrique?
- Sí, claro.
- Enrique, eres un **** de la chingada – y colgué el teléfono.
Inmediatamente después de colgar anoté él numero en mi agenda al lado del otro, pero en este puse el nombre de “**** II”. Ahora tenía dos “****s” para llamar y así estuve durante dos o tres meses, llamando ahora a uno, ahora a otro; hasta que comenzaba a aburrirme un poco. Me puse a pensar en serio sobre cómo resolver este problemilla y al cabo de un par de whiskies se me ocurrió algo. Primero llamé al “**** I”:
- Dígame.
- Hola **** – pero esta vez no colgué.
- ¿Estas ahí todavía, verdad, ****?
- Si, ****.
- Deja ya de llamarme o…
- Noooooo.
- Si supiera quien eres te rompía la boca – me dijo.
- Me llamo Enrique Juárez y si tienes huеvоs vienes a buscarme. Vivo en la calle San Agustin esquina соn Jardines, en una casa amarilla, justo en la puerta donde hay aparcado un Golf GTI nеgrо, eres un "H****".
- ¡¡¡Ahora mismo voy para allá!!! Tu sí que eres un **** y ya puedes ir rezando todo lo que sepas. Te voy a соgеr a chingadasos.
- ¿Si?. ¡Qué miedo me das, ****! – y colgué el teléfono.
Inmediatamente llamé al **** II:
- Dígame.
- Hola **** – y no colgué.
- Como te engañe algún día…
- ¿Qué me vas a hacer, ****?
- Te voy a patear las tripas, pedazo de ****.
- ¿Sí?, Pues a ver si es verdad, ****. Ahora mismo voy hacia tu casa – y colgué.
Por último, cogí el teléfono y llamé a la policía. Les dije que estaba en la calle San Agustin esquina Jardines y que iba a matar a mi novio homosexual en cuanto llegara a casa.
Luego hice otra llamada rápida a “TVazteca” y les dije que iba a haber una pelea de pandillas en la calle San Agustin esquina соn Jardines. Y entonces me subí en mi coche y me fui para allá a toda madre. Te juro que es una experiencia que nunca olvidaré. La mayor pelea que he visto en mi vida. Hasta las cámaras de TVazteca se llevaron lo suyo.
En fin, después de esto espero que cuando te llame por teléfono me contestes en tono amable.
“Ya sabes, no es bueno que yo me irrite."
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- ¿Qué quiere?
- Soy Luis Vera, ¿podría hablar соn Abel Eduardo? – dije amablemente.
- Te has equivocado, ****o – me respondió y acto seguido colgó.
No daba crédito a lo que me estaba ocurriendo. Agarré mi agenda para buscar el número de mi compañero y comprobé que, efectivamente, me había equivocado. Pero como aún recordaba el número “erróneo” que había marcado anteriormente, decidí volver a llamar a aquel tipo y cuando me respondió el teléfono no esperé a que contestara y le dije:
- Eres un **** – y colgué rápidamente.
Inmediatamente apunté aquel número en mi agenda junto a la palabra “****”.
Cada dos o tres semanas, cada vez que estaba cabreado (porque me llegaba una letra inesperada, o un aviso de multa, o соn mis amigos, o alguna situación por el estilo) volvía a llamarlo y sin dejarle contestar le decía:
- Eres un ****.
Esto me servía de algún modo como terapia y me hacía sentirme mucho más relajado. Unos meses después, la maldita Telefonía introdujo el servicio de identificación de llamadas, lo cual me deprimió un poco porque tuve que dejar de llamar al “****”. Pero de repente, un día se me ocurrió una idea: marqué su número de teléfono y cuando escuché su voz le dije:
- Hola, le llamo del departamento de ventas de Telefonía para ver si conoce nuestro servicio de identificación de llamadas.
- No. – me dijo el tipo grosero, y me colgó el teléfono.
Rápidamente lo volví a llamar y le dije:
- Eres un ****.
Un mes después, estaba yo esperando соn mi coche a que una anciana saliera de la plaza de estacionamiento de un súper. Esta lo hacía muy lentamente y cuando terminó la maniobra y me disponía yo a ocupar la plaza libre, apareció un Golf GTI nеgrо a toda velocidad y se metió en el hueco que iba yo a ocupar. Comencé a tocar el claxon y a gritar:
- ¡Ey, oiga!, ¡ocupó el lugar que estaba yo esperando!, ¡No puede hacer eso!.
El tipo del Golf se bajó, cerró el coche y se fue hacia el centro comercial ignorándome como si no me hubiera oído. Yo me quedé completamente frustrado y pensé:
“Este tipo es un ****. El mundo está lleno de ellos”. Justo en ese momento vi un letrero de “SE VENDE” en el cristal de atrás del Golf. Lógicamente anoté el número y me fui a buscar otro lugar donde estacionarme.
A los dos o tres días, vi en mi agenda el número del “****” y me acordé que había anotado él numero del tipo del Golf. Inmediatamente le llamé y le dije:
- Buenos días. ¿Es usted el dueño del Golf GTI nеgrо que se vende?
- Sí, yo mismo.
- ¿Podría decirme donde puedo ver el coche?
- Sí, por supuesto. Yo vivo en la calle San Agustin esquina соn Jardines , es una casa amarilla y el coche esta estacionado justo enfrente de la casa.
- ¿Cómo se llama usted?
- Enrique Juárez.
- ¿Qué hоrа sería la mejor para encontrarme соn usted y discutir los detalles de la compra, Enrique?
- Pues yo suelo estar en casa por las noches.
- ¿Puedo decirle algo, Enrique?
- Sí, claro.
- Enrique, eres un **** de la chingada – y colgué el teléfono.
Inmediatamente después de colgar anoté él numero en mi agenda al lado del otro, pero en este puse el nombre de “**** II”. Ahora tenía dos “****s” para llamar y así estuve durante dos o tres meses, llamando ahora a uno, ahora a otro; hasta que comenzaba a aburrirme un poco. Me puse a pensar en serio sobre cómo resolver este problemilla y al cabo de un par de whiskies se me ocurrió algo. Primero llamé al “**** I”:
- Dígame.
- Hola **** – pero esta vez no colgué.
- ¿Estas ahí todavía, verdad, ****?
- Si, ****.
- Deja ya de llamarme o…
- Noooooo.
- Si supiera quien eres te rompía la boca – me dijo.
- Me llamo Enrique Juárez y si tienes huеvоs vienes a buscarme. Vivo en la calle San Agustin esquina соn Jardines, en una casa amarilla, justo en la puerta donde hay aparcado un Golf GTI nеgrо, eres un "H****".
- ¡¡¡Ahora mismo voy para allá!!! Tu sí que eres un **** y ya puedes ir rezando todo lo que sepas. Te voy a соgеr a chingadasos.
- ¿Si?. ¡Qué miedo me das, ****! – y colgué el teléfono.
Inmediatamente llamé al **** II:
- Dígame.
- Hola **** – y no colgué.
- Como te engañe algún día…
- ¿Qué me vas a hacer, ****?
- Te voy a patear las tripas, pedazo de ****.
- ¿Sí?, Pues a ver si es verdad, ****. Ahora mismo voy hacia tu casa – y colgué.
Por último, cogí el teléfono y llamé a la policía. Les dije que estaba en la calle San Agustin esquina Jardines y que iba a matar a mi novio homosexual en cuanto llegara a casa.
Luego hice otra llamada rápida a “TVazteca” y les dije que iba a haber una pelea de pandillas en la calle San Agustin esquina соn Jardines. Y entonces me subí en mi coche y me fui para allá a toda madre. Te juro que es una experiencia que nunca olvidaré. La mayor pelea que he visto en mi vida. Hasta las cámaras de TVazteca se llevaron lo suyo.
En fin, después de esto espero que cuando te llame por teléfono me contestes en tono amable.
“Ya sabes, no es bueno que yo me irrite."