El párroco se estaba retirando después de 25 años a cargo de la parroquia y los feligreses decidieron ofrecer una cena de despedida en su honor.
Se escogió a un destacado político local, miembro de la parroquia, para dar un pequeño discurso durante la cena. Pero se retrasó y el sacerdote decidió entonces decir unas breves palabras mientras esperaban al político.
"Obtuve mi primera impresión sobre esta parroquia en la primera confesión que debí escuchar. Pensé que había sido destinado a un lugar terrible. La primera persona que entró a mi confesionario me dijo que había robado un televisor y que, al ser detenido por la policía, casi había matado al oficial. Había robado dinero a sus padres, sustraído mercancía de su sitio de trabajo, había tenido un romance соn la esposa de su jefe y tomaba estupefacientes. Yo estaba anonadado...
Pero a medida que pasaban los días, me di cuenta que la gente de esta parroquia no era nada así y que ciertamente había venido a una comunidad llena de gente buena y amable...".
Justo cuando el sacerdote terminaba sus palabras, el político entró al salón, disculpándose por la tardanza. Inmediatamente comenzó su presentación y el discurso en honor del párroco saliente.
"Nunca olvidaré el primer día que el Padre llegó a nuestra parroquia", dijo el político.
"De hecho, tuve el honor de ser el primero en confesarme соn él"
Era un joven cura que le tocó destinado a un pequeño pueblo. Como joven que era venía cargado de fuerza y de ideales. Le tocó ir a ver al diácono del pueblo vecino y para su sorpresa tenía un joven criada a su cargo, la cual por qué no decirlo, estaba de muy buen ver. Le preguntó:
-¿ Y Don Antón, usted y la chica se comportan correctamente?
- Por supuesto, es una buena cristiana. El joven cura se fue, y de allí a unos días dijo la criada:
- Don Antón, no encuentro el calentador, parece que desapareció justo cuando la visita del joven cura. Don Antón llamó por teléfono:
- Mira Antoñito, yo no insinúo que tu te lo llevaras pero nos ocurre esto соn el calentador.
- Querido Don Antón, yo no insinúo que usted haga nada соn la criada, pero si durmiera en su cama alguna vez, seguro que hubiera encontrado el calentador.