Un abuelo se encontraba rodeado de sus nietos, mientras les contaba de sus aventuras en el África:
– Una vez me encontraba en un safari, en un claro de la selva, cuando, de repente, entre los arbustos aparece un león. Entonces, lentamente llevé mi mano al hombro derecho y me doy cuenta que no tenía mi escopeta. En aquel momento, me toco la cadera derecha y compruebo que no tenía mi machete; veo del lado izquierdo de mi pantalón y tampoco llevaba el cuchillo… –
– ¿Y qué hiciste, abuelo? -, gritan a coro los nietos.
– Pues me di la vuelta y salí corriendo. El león comenzó a perseguirme, pero cuando me lanzó un zarpazo se resbaló y yo seguí corriendo. La fiera volvió a lanzarme otro zarpazo más, pero de nuevo se resbaló. Yo seguí corriendo y así varias veces el león seguía tirando zarpazos y cayéndose. –
– Abuelo, pero así cualquiera se caga -, le interrumpe un nieto.
– ¿Y соn qué crees que se venía resbalando el león?
En una pequeña ciudad del interior, el Fiscal del Juicio llama a su primera testigo -una viejita de edad bien avanzada- y, para comenzar a construir una línea de argumentación, le pregunta:
- Doña Genoveva, ¿Ud. me conoce, sabe quién soy y qué es lo que hago?
- ¡Claro que lo conozco, Eduardo! Yo lo conozco desde cuando era bebé. Las personas que lo veían en aquel entonces sólo lloraban. Debió haber sido por el pitito chiquitito que usted tenía. Y después, francamente, usted me decepcionó. Usted miente, traiciona a su mujer, manipula a las personas, gusta del chusmerío. Usted cree que es influyente y respetado en esta ciudad, cuando en realidad es usted un verdadero desgraciado. Ni siquiera sabe que su hija está embarazada y, por lo que pude enterarme, ella ni siquiera sabe quién es el padre de la criatura. ¡Claro que lo conozco!
El Fiscal queda petrificado, incapaz de dar crédito a cuanto estaba oyendo. Queda mudo, mirando hacia el Juez y hacia los jurados. Sin saber qué hacer, señala al abogado de la defensa y pregunta a la viejita:
- Y al abogado de la defensa, ¿Ud. lo conoce?
- ¿A Robertito? ¡Claro que lo conozco! Desde chiquito. Yo lo cuidaba cuando María, su mamá, aprovechando la ausencia de su marido, salía para atender cualquier otro "compromiso". Y él también me decepcionó. Es perezoso, puritano, alcohólico y siempre está queriendo dar lecciones de moral al resto de la gente sin siquiera tener moral propia. No tiene amigos y, además, lleva perdidos casi todos los juicios en los que actuó. Al margen de estar siendo traicionado por su mujer соn el mecánico ... ¡соn el mecánico!
A esas alturas, el Juez pide a la señora que permanezca en silencio, llama al Fiscal y al abogado de la defensa al estrado y les dice en voz baja a ambos:
- Si alguno de ustedes le llega a preguntar si me conoce a esta vieja loca, va a salir preso de esta sala... ¿Fui claro?
La mamá separada de Jaimito se echa un nuevo novio, y tras pasar juntos la noche los dos adultos, Jaimito se levanta y le dice a la abuela:
- Abuela, ¿Mamá y su novio ya se han levantado?
- No.
- Pues creo que ya sé porqué, ¿te lo cuento?
- No, Jaimito, vete rápido a la escuela.
. A la hоrа de comer vuelve Jaimito a casa y le pregunta otra vez a la abuela:
- Abuela, ¿Mamá y su novio ya se han levantado?
- No.
- Pues creo que ya sé porqué, ¿te lo cuento?
- No, Jaimito, ve rápido a la escuela.
Por la tarde vuelve Jamito a casa y le dice otra vez a la abuela:
- Abuela, ¿Mamá y su novio ya se han levantado?
- No.
- Pues creo que ya sé porqué, ¿te lo cuento?
Bueno, Jaimito, a ver.
- Pues abuela, es que ayer el novio entró en mi cuarto buscando la vaselina y creo que se llevó el pegamento.