Chistes de Militares, Chistes y anécdotas Guerra
En un cuartel de la milicia, había un soldado razo que era muy buena gente, ayudaba a todo el mundo en sus tareas, tenía muy buen sentido del humor, era muy colaborador, y además era muy estudioso, lo cierto es que al hombre todo el mundo lo quería. Un día mandan un telegrama al cuartel donde dice que la mamá de éste soldado había muerto, pero nadie quería decirle tan mala noticia, el capitán que es quién recibe los mensajes manda al comandante y le dice:
Comandante, tiene la dura tarea de decirle a Gonzáles que su mamá murió.
Y el comandante sale todo afligido y le dice a otro y ese otro le dice a otro y así hasta que se encuentran соn un cabo que era más malo que el odio, que dice:
Dame acá, yo soy quien se lo va decir, quiero a todos los razos aquí en fila, y los razos se colocan, que den un paso adelante los que tengan a su mamá viva.
¿ Para dónde vas tu Gonzáles?
Esta era una chica, que estaba indecisa, porque no sabía соn cuál de los dos pretendientes casarse. Uno es un contador, y el otro es un militar. Al verse соn la duda, le pregunta a su madre:
- ¿Соn cuál de los dos me caso, mamá?
- No lo pienses dos veces hija. Cásate соn el militar, que es el que te conviene.
- ¿Por qué dices eso, mamá?
- Mira, ellos, se levantan temprano, arreglan la cama, hacen su desayuno, y además reciben órdenes.
Mientras el avión atestado está a punto de despegar, la calma es rota por un pequeño de 5 años que escoge ese momento para hacer una tremenda rabieta. No importa lo que hiciera la frustrada y avergonzada madre para calmarlo, el niño continuaba gritando furiosamente y pateaba los asientos alrededor. De pronto, desde el fondo del avión se levantó un anciano general en uniforme, соn el pecho cubierto de condecoraciones, que caminó lentamente por el pasillo, llegó hasta donde estaba el niño e inclinándose suavemente le dijo algo al oído. De inmediato, el niño se tranquilizó, tomó la mano de su madre, y se abrochó su cinturón. Todos los pasajeros empezaron a aplaudir. Mientras el general regresaba
Lentamente a su asiento, una de las azafatas le dijo:
Disculpe, señor, pero podría decirme qué palabras mágicas usó para callar a ese pequeño.
El viejo sonrió y dijo:
Simplemente le mostré mis condecoraciones, y le expliqué que todas esas medallas me autorizaban a tirar a un pasajero por la puerta del avión, en el momento que yo quisiera.