Está un viejo comerciante judío, tirado en la cama, muriéndose y alrededor está toda su familia.
-¿ Estás aquí, Gladys, mi querida esposa?
- Sí, cariño -responde la mujer afligida. Tras un breve silencio, el enfermo prosigue:
-¿ Y tú Viviana, mi honrada hija?
- Sí, papá -contestó Viviana acariciándole la mano.
-¿ Y tú Alejandro, mi fiel primogénito? ¿Dónde estás?
- Aquí, aquí -contesta el hijo. Entonces el viejo hace un gesto de enfado y murmura:
- Y si todos están aquí, ¿quién diablos está supervisando la Empresa?
En una granja, aparece un inspector para hacer una revisión:
-¿ Y puede usted decirme qué da de comer a sus animales de granja?
-¡ Ah! Pues yo les doy judías, arroz, carne, pollo, verduras... lo mejor de lo mejor.
- Pues le vamos a poner una multa grandísima, porque no hay derecho que sus animales coman tanto, mientras en el mundo se mueren miles de niños de hambre. Otro día, aparece un periodista:
-¿ Podría hacerle una entrevista para nuestra revista de ganadería?
- Cómo no.
- La primera pregunta: ¿Qué le da usted de comer a sus animales?
-¡ Ah! Pues lo más barato que encuentro: las sobras de la comida, panes secos, etc.
- Pues no sé cómo no le da vergüenza. No hay derecho que alimente tan mal a sus animales... Ya verá lo que vamos a decir de usted... Al día siguiente aparee otro periodista:
-¿ Podría hacerle una entrevista?
-¡ Por supuesto!
- Responde el granjero.
-¿ Qué es lo que le da de comer a sus animales?
- Pues mire, yo les doy 10 euros a cada uno y que se compren