Chistes y anécdotas Enanos
Los siete enanitos están de viaje por Europa, y han llegado a Roma. Ya que andan por ahí, piden audiencia para hablar соn el Papa, y se la conceden. Éstos ingresan a la sala de audiencia, encabezados por Gruñón. El Papa los saluda:
- Queridos hermanos, ¿Queréis preguntarme algo? ¿Hay algo que os inquiete?
Gruñón se adelanta:
- Disculpe Santidad, queríamos saber si en Roma hay monjas enanas.
El Papa responde sorprendido:
- Pueees... no, en Roma no hay monjas enanas.
Se oyen algunas risitas y murmullos entre los enanitos. Gruñón mira hacia atrás molesto, y todos callan. Vuelve a preguntar:
- Y en Europa ¿No hay monjas enanas?
El Papa responde nuevamente, соn santa paciencia:
- No, querido hijo, que yo sepa, en toda Europa no hay monjas enanas.
Ahora todos los enanitos se ríen, mientras que Gruñón se va poniendo colorado:
- ¿Y en el mundo? ¿En todo el mundo? ¿No hay monjas enanas?
- No, no querido hijo, seguro que en todo el mundo, no hay monjas enanas.
Los enanitos se cagan de la risa... saltan... se abalanzan unos sobre otros... se toman de las manos, y todos cantan:
- Gruñón se tiró un pingüino... Gruñón se tiró un pingüino... Gruñón se tiró un pingüino...
A bordo de un tren, un pasajero leía tranquilamente un diario, cuando ve pasar por el pasillo a un enano hecho una furia соn dos valijas ...
El tipo lo mira соn atención y ve como va y viene.
A los dos minutos vuelve a pasar, para el otro lado del pasillo, hecho una furia.
- ¡Que maldita suerte!... ¡Que maldita suerte!, se quejaba el enano.
Después que habrá pasado unas diez veces, el pasajero intrigado lo encara.
- ¿Qué te pasa, viejo?
- Es que me equivoqué de tren, este es el directo a Luján y me tengo que bajar antes. Voy a llegar tarde a una reunión y ese me paso porque ponen los carteles tan alto que no llego a leerlos.
Al pasajero le da tanta lástima el pobre enano соn sus dos valijotas que le tira una propuesta.
- Escuchame, vamos a hacer esto: cuando el tren pasa por la estación reduce un poco la velocidad, entonces yo te doy una mano para que te bajes.
El enano desesperado acepta. Cuando llega la estación y el tren baja la velocidad a unos 80 Km/h el pasajero lo toma al enano de los hombros asomados los dos por la puerta del primer vagón y lo empieza a acercar a la plataforma. El enano movía como lосо las piernitas intentando igualar la velocidad del andén, hasta que le grita al pasajero:
- Largame lосо, que ya puedo!
Y ahí nomas lo suelta al enano соn sus dos valijas hecho un bólido en el andén a toda carrera y plena velocidad.
Satisfecho de su obra de bien vuelve a sentarse y disfrutar de su diario cuando a los pocos minutos lo ve pasar de vuelta al enano por el pasillo, descontroladísimo, todo transpirado, despeinado, babeando, los ojos desencajados y arrastrando sus dos valijas.
- ¡Que maldita suerte!... ¡Que maldita suerte!
Intrigadísimo le pregunta el tipo que lo había ayudado:
- Pero... ¿Qué te pasó ahora? ¿que hacés arriba del tren?
A lo que el enano lacónicamente responde:
- Cuando me soltaste en el anden, seguí corriendo para no irme de trompa al piso... fue ahí cuando el guarda que venía en el último vagón, al grito de "Vamos enano que perdés el tren!" me manoteó del saco y me subió de nuevo.