Chiste de largos, Cuentos Graciosos

En una hermosa mañana, un jefe de proyectos, un analista de sistemas y un programador estaban paseando por una playa para distraerse del proyecto que los había tenido de cabeza durante largos meses.
De repente, encontraron una lámpara casi oculta en la arena. Obviamente, uno de ellos la frotó sin mucha esperanza y grande fue su sorpresa cuando apareció un genio. Al verlos, el genio dijo:
- Bueno, imagino que conocen el procedimiento habitual para estos casos. Ustedes saben, eso de los tres deseos.
Los hombres estaban atónitos ante aquel inesperado espectáculo. Luego el genio continuó diciéndoles:
- Normalmente se los concedo a una sola persona, pero en este caso, como ustedes son tres los que me han encontrado, les concederé un deseo a cada uno.
El programador, igual de apurado como siempre, quiso ser primero y dijo:
- Me gustaría pasar el resto de mi vida viviendo en una gran casa en Fort Lauderdale, sin problemas de dinero y rodeado de hermosas mujeres que me idolatren.
El genio le concedió el deseo y le envió a la casa de Fort Lauderdale, соn mucho dinero y muchas mujeres. Después siguió el analista de sistemas:
- Me gustaría pasar el resto de mi vida en un gran y lujoso crucero en el mediterráneo, sin problemas de dinero y rodeado de hermosas mujeres que me idolatren.
El genio le concedió el deseo y le envió al crucero en el mediterráneo, соn mucho dinero y muchas mujeres. Al final, le tocó el turno al jefe de proyectos:
- ¿Cuál será tu deseo? - Preguntó el genio.
- ¡Quiero a ese par de estúpidos de regreso a la oficina después del almuerzo!
En la academia de cadetes de la guardia civil el jefe de reclutamiento entrevista a 3 aspirantes atlantes para probar sus habilidades como futuros detectives. Le muestra al primer atlante una foto por 5 segundos y luego la esconde.
Este es su sospechoso, ¿Cómo lo reconocería?
El atlante contesta:
Pues es muy fácil, lo cogería rápido porque sólo tiene un ojo.
El entrevistador contesta:
Bueno, es porque es una foto de perfil.
Algo frustrado por esa primera respuesta, se dirige al segundo atlante, le muestra la misma foto por 5 segundos y le pregunta:
Este es su sospechoso, ¿Cómo lo reconocería?
El segundo atlante se ríe socarronamente, mira al entrevistador y dice: Es un juego de niños, que tiene una sola oreja.
El entrevistador se enfada y les dice:
¿ Pues qué pasa соn vosotros?, por supuesto que tiene un ojo solamente y una sola oreja, porque es una foto de perfil, ¿Esa es la mejor respuesta que podéis dar?
Ya muy frustrado a esta altura, se dirige al tercer atlante, le muestra la foto y le dice:
Este es su sospechoso, ¿Cómo lo reconocería? Piense bien antes de contestar una estupidez.
El atlante mira intensamente la foto unos segundos y dictamina:
El sospechoso usa lentes de contacto.
El entrevistador queda sorprendido y sin palabras porque realmente él mismo no sabe si el sospechoso usa o no lentes de contacto.
Bueno, esa es una respuesta interesante. Espere unos minutos que reviso el prontuario y ya vuelvo. Sale de la sala, va a su oficina, revisa el prontuario y al rato vuelve соn una sonrisa radiante.
¡ Excelente! ¡No lo puedo creer! ¡Es correcto!, efectivamente el sospechoso usa lentes de contacto. ¡Buen trabajo! ¿Cómo pudo hacer una observación tan astuta?
Fue fácil, contesta el atlante, no podría usar gafas porque sólo tiene un ojo y una oreja.
Un lorito que viajaba en un avión, en primera clase, llama a la azafata:
- A ver, mugrienta... vení a atenderme.
- ¿Qué desea, Señor Loro? - responde ésta.
- Tráeme un whisky, guacha.
- Si Señor Loro, en un instante se lo traigo.
El señor que estaba sentado al lado del lorito aprovecha cuando se acerca la azafata a traerle el whisky, y le dice:
- Señorita ¿Y a mí podría traerme un café?
- Cuando tenga tiempo se lo traigo - Le responde la azafata de mala gana.
Media hоrа más tarde, el lorito vuelve a dirigirse a la azafata:
- A ver, hedionda, tráeme otro whiscacho.
- Sí Señor Loro, de inmediato se lo traigo.
- A mi tráigame por favor el café que le pedí hace media hоrа, señorita - Insiste el hombre.
- Usted espere, y no me apure señor - responde la azafata malhumorada. Media hоrа más tarde, el lorito vuelve a dirigirse a la azafata:
- Floja, tráeme otro whiscacho.
- Sí Señor Loro, de inmediato - musita la azafata.
- ¿Y mi café, señorita? - pregunta ya un poco enojado el hombre.
- Usted espere, señor ¿No ve que estoy muy ocupada?
Entonces el hombre, no soporta más, y le dice al loro:
- Oiga ¿Cómo hace para que lo atiendan tan bien, que le traigan tres whiskies, y yo no consigo que me traigan un miserable café?
- Muy simple señor - responde el loro - Yo se lo pido соn firmeza, la trato mal, para que vea quien es el que manda, y quien el que obedece.
- ¡Ah, voy a probar соn su método, a ver si funciona!
Y dicho esto, comienza a gritar:
- ¡A ver, azafata inmunda, si me traes el маldiто café que te pedí hace como una hоrа, floja reventada!
Ante esto se acerca muy enojado el comisario de a bordo, los agarra del cogote al señor y al lorito, y los tira del avión.
Cuando los dos van cayendo, el loro le dice al hombre:
- ¡Hay que ser muy macho para ofender a la azafata y no saber volar !

Era el examen final de inglés en la facultad. Como muchos de los exámenes universitarios, su principal objetivo era eliminar a los nuevos estudiantes.
El examen duraba dos horas y cada estudiante recibió su correspondiente hoja de examen соn las preguntas.
El profesor era muy recto y severo, catedrático a la antigua usanza, y le dijo a toda la clase que si el examen no estaba sobre su mesa después de dos horas exactamente, no se aceptaría, y el estudiante sería suspendido.
Media hоrа después de empezar el examen, un estudiante entró por la puerta y le pidió una hoja de examen al profesor:
- No va a tener tiempo usted para terminarlo, dijo el profesor al dársela.
- Si que lo terminaré, contestó el estudiante.
Se sentó y empezó a escribir. Después de dos horas, el profesor pidió los exámenes, y todos los estudiantes, en ordenada fila, los entregaron. Todos menos el que había llegado tarde, que continuó escribiendo como si nada pasase.
Después de otra media hоrа, este último estudiante se acercó a la mesa donde se encontraba el profesor sentado leyendo un libro. En el instante en que intentó poner su examen encima del montón, dijo el profesor al alumno:
- Ni lo intente. No puedo aceptar eso. Ha terminado tarde.
El estudiante lo miró furioso e incrédulo.
- ¿Sabe quién soy? -le preguntó-.
- No, no tengo ni la menor idea -contestó el profesor en tono de voz sarcástico-.
- ¿Sabe quién soy? -preguntó nuevamente el estudiante, apuntándose a su propio pecho соn su dedo, y acercándose de manera intimidante-.
- No, y no me importa en absoluto -contestó el profesor соn un aire de superioridad-
En ese momento, el estudiante cogió rápidamente su examen y lo metió en medio del montón, entre todos los demás.
- ¡Eso es perfecto! -exclamó-.
Y se marchó.