Chistes de ancianos, Chistes de viejos, Chistes de Viejitos
Dos abuelitos van al médico. Le dice el abuelo al doctor:
- Mire, venimos porque tenemos un problema de memoria, cada año que pasa nos volvemos más olvidadizos.
El doctor responde:
- Bueno, a su edad eso es normal. El mejor remedio para eso es acostumbrarse a apuntarlo todo. Deben tener siempre una libreta a mano para anotar cualquier cosa que no quieran olvidar.
Esa noche, en casa, están viendo la TV y el abuelo se levanta.
- ¿Adónde vas? –dice ella.
- Voy a la cocina.
- Pues ya que vas, ¿me traes una bola de helado? ¡Pero apúntalo, que no se te olvide!
- Mujer, no digas tonterías, para eso no hace falta apuntar nada…
- ¡El médico dijo que había que apuntarlo todo…!
- ¡Tonterías, te digo que no voy a apuntar esa chuminada!
- Bueno… por cierto, a la bola de helado échale unas cuantas fresas por encima… ¡Y apúntalo, viejo, apúntalo!
- ¡Que no lo apunto, mujer, si voy a estar aquí en un momento!
- ¡…Y nueces! Échale nueces por encima también… ¡Pero haz el favor de apuntarlo, que te conozco!!
- ¡Qué pesada, déjame ya en paz соn lo de apuntarlo!
El viejo se va a la cocina refunfuñando, y vuelve al rato соn dos huеvоs fritos en un plato:
- ¡Ahí tienes!
La abuela se queda mirando el plato, y grita:
- ¿Ves, viejo? ¡Se te han olvidado las tostadas!!!
A cincuenta metros de la playa, una chica, a punto de ahogarse, grita desesperada pidiendo ayuda. Una multitud de bañistas se acerca a la orilla a observar a la pobre mujer. En eso, un anciano que en su juventud practicó deportes se lanza al mar y соn unas cuantas brazadas llega a rescatar a la chica; la toma соn un brazo y соn el otro nada de regreso. Al llegar a la playa, el octogenario, cansado, se desploma junto a la mujer. La muchacha se recupera de inmediato y se levanta mostrando un escultural cuerpo cubierto sólo por un minúsculo biquini de hilo dental. Se acerca al anciano y coquetona le agradece:
- Buen hombre, no tengo соn qué pagarle lo que hizo por mí...
Recorriéndola соn la mirada de arriba abajo, el viejo alcanza a decir:
- ¡Sí tienes, y mucho, el que no tiene соn que cobrar soy yo!
Va un abuelete al médico, el hombre todo acabado, соn su bastón, quejándose del lumbago, cojeando de una pierna... Se sienta y el doctor le pregunta:
- Veamos, cuénteme lo que le pasa.
El abuelete responde:
- Pues mire Doctor, que el tiempo pasa, el primero todavía lo aguanto, el segundo cada vez me cuesta más, el tercero es todo un sufrimiento, el cuarto un infierno y соn el quinto ya no puedo...
El médico, se queda todo sorprendido y le pregunta:
- Pero, ¿usted cuantos años tiene?.
- Noventa y dos, responde el abuelete.
Ante lo cual el medico en tono semicompasivo le dice:
- Hombre, eso no es ningun problema. Fíjese en mi, соn 35 años y ya ve usted, los dos primeros muy bien, el tercero muy poquitas veces y del cuarto y del quinto yo ya ni me acuerdo.
Ante lo cual el abuelo le mira y todo sonriente le dice:
- ¡Ah!, pero usted, ¿TAMBIEN VIVE EN UN QUINTO SIN ASCENSOR?.
Eran dos pescadores, hermanos gemelos, uno soltero y el otro casado.
El soltero tenía una lancha de pesca, ya vieja, que era la herramienta соn la que lograba su sustento.
Un día, muere la esposa del hermano casado y, como las desgracias no vienen solas, la lancha del hermano soltero se va al fondo del mar.
Una viejecita del pueblo, curiosa , va a darle el pésame al viudo, Pero confunde a los gemelos y se dirige al que ha perdido la lancha.
- Recién me enteré. ¡Qué pérdida enorme! Debe ser terrible para tí.
- Sí, estoy destrozado, pero es preciso enfrentar la realidad. Debo reconocer que estaba ya vieja. La rajadura de adelante estaba tan grande que ya no había соn qué llenarla y el agujero de atrás se agrandaba más cada vez que la usaba. Además estaba deformada al medio y no se le podía quitar el olor a pescado. La parte de atrás estaba bastante caída y las curvas de adelante casi habían desaparecido.
Pero yo me siento culpable porque se la prestaba a cuatro amigos para que se divirtieran; les pedí que la usaran соn cuidado, pero se montaron los cuatro a la vez y ella no aguantó.
A la viejita, muerta de un infarto, la enterraron al otro día.