Este era un manicomio donde todas las noches un loquito esperaba que todos los demás locos se durmieran para correr por los pasillos del internado repitiendo:
Ahí va la cebollita, ahí va la cebollita...
Llegaba a la alberca, se subía al trampolín y sin dejar de repetir su letanía, se dejaba caer al agua. Pero otro orate que conocía lo que a diario hacía por la noche su "colega" decidió, una de esas noches, sacarle el agua a la piscina y así, el de 'ahí va la cebollita' se diera tamaño mandarriazo. Así que no tardó mucho el lосо aquel en arrancarse соn su rollo de todas las noches:
Ahí va la cebollita, ahí va la cebollita...
Y al llegar hasta lo alto del trampolín, vio que no había agua y dijo:
Oh, ahora no hay caldo, pues ahora no hay cebollita, y regresó a su dormitorio.
Pasaba un médico realizando la ronda dentro del manicomio, revisando que todos los locos estuvieran bien, pero siempre que pasaba por uno de los cuartos encontraba a un lосо соn la oreja pegada a la pared, al otro día volvió y pasó, y lo mismo, el mismo lосо соn la oreja pegada a la pared, y así sucedió durante varios días, hasta que un día, el médico entró a la habitación y le preguntó al lосо qué era lo que estaba haciendo, pero el lосо no le contestó nada, entonces se colocó donde estaba el lосо y colocó la oreja en la pared durante varios minutos, y le dice al lосо:
Pero es que no se escucha nada.
Y el lосо le dice:
¡ Y así es siempre!