A ver, dice el juez, cuénteme su versión de los hechos.
Sí, verá, estaba yo en la cocina cortando jamón, entonces justo entró mi mujer, y se tropezó, соn tan mala suerte que justo se cayó sobre el cuchillo y se lo clavó en el pecho.
Ya, claro, continúe.
Pues eso, que se tropezó así hasta siete veces y como ve, fue un accidente.
Se le murió a uno la mujer, la estaba velando en el salón y tenía la caja abierta encima del comedor, y el tipo decía:
- ¡Ay Teresa! ¿Por qué te has ido?¡Ay Teresa, no me dejes solo Teresa! Teresa, llévame contigo donde vayas, Teresa! Teresa me quiero ir contigo amor mío!
En esto llegaron los de la funeraria, se pusieron a tapar la caja, y sin darse cuenta de lo que hacían, le clavaron al marido la chaqueta a la caja. Cuando llegó el momento del entierro, se echaron la caja al hombro y claro, el marido iba atado detrás y decía:
- ¡Teresa, Teresa, que era una broma, Teresa, Teresa...!
Un pobre hombre estaba acostado en su cama, соn una enfermedad terminal, le quedaban pocas horas de vida.
De repente huele el aroma de los tamales recién hechos, fresquitos.
Para él no había nada mejor en el mundo que los tamales de su mujer Chepa.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, baja las escaleras y, dirigiéndose al comedor, empieza a percibir el vapor que lleva el aroma a masa de maíz, carne de cerdo y pollo que desde la cocina emanaba.
Llega hasta la mesa de madera donde se encontraban extendidos los suculentos tamales y toma uno viendo que sus esfuerzos habían valido la pena, sería como su último deseo, cuando repentinamente... Zuácate... Siente un fuerte golpe de cucharón en la cabeza que merma sus facultades y casi lo hace caer presa de la debilidad en sus piernas.
Tratando de no desplomarse al suelo hace un giro por voltear la vista, alcanza a ver a su mujer соn un cucharón de hierro en la mano, diciéndole:
- Ni se te ocurra, саrаjо ....! Son pa'l velorio...!
Llega un borracho a su casa a las 4 de la mañana соn una pesada caja sobre la espalda, en eso le grita a su mujer:
- ¡Vieja, vieja, ábreme la puerta!
La mujer rápidamente le abre la puerta, y le dice:
- Pero, qué traes allí viejito.
En eso el borracho empieza a abrir la caja y saca 1, 2, 3, 4 llantas para carro y le dice a su mujer:
- Mira lo que me compré.
La mujer sorprendida le dice burlonamente:
- Ay viejo, ya andas bien borracho, para qué compraste llantas si tú ni carro tienes.
A lo que el borracho responde:
- Mira, tú ni me digas nada, porque tú te compras sostén y yo no te digo nada.