Chiste de largos, Cuentos Graciosos
Hace mucho tiempo vivió un hombre de mar, el Capitán Bravo. Era muy valiente y jamás mostró temor ante un enemigo.
Una vez, navegando los siete mares, el vigía vio que se acercaba un barco pirata, y la tripulación del barco se volvió loca de terror. El capitán Bravo gritó.
- Traigan mi camisa roja!!
Y llevándola puesta instigó a sus hombres al ataque, y vencieron a los piratas. Unos días más tarde, el vigía vio dos barcos piratas. El capitán pidió nuevamente por su camisa roja, y la victoria volvió a ser suya.
Esa noche, sus hombres le preguntaron por qué pedia la camisa roja antes de entrar en batalla, y el capitán contestó:
- Si soy herido en combate, la camisa roja no deja ver mi sangre, y mis soldados continúan peleando sin miedo.
Todos los hombres quedaron en silencio, maravillados por el coraje de su capitán.
Al amanecer del día siguiente, el vigía vio no uno, no dos sino DIEZ barcos piratas que se acercaban. Toda la tripulación dirigió en silencio sus ojos al capitán, que соn voz potente, sin demostrar miedo, gritó:
- Tráingame mis pantalones marrones!
Arnaldo viajó a Japón y se compró un par de anteojos de gran tecnología que hacía ver desnudas a todas las mujeres.
Arnaldo se pone los anteojos y empieza a ver desnudas a todas las mujeres... está encantado. Se pone los anteojos, desnudas, se quita los anteojos, vestidas.
- ¡Qué maravilla!
Regresó a Bilbao, lосо por mostrarle a su mujer la novedad. Cuando llega a la casa, inmediatamente se coloca los anteojos para ver desnuda a su mujer, María.
Abre la puerta y ve a María y a Joaquín, desnudos en el sofá.
Se quita los anteojos, desnudos, se pone los anteojos, desnudos. Se los quita... desnudos, se los pone... desnudos.
- ¡Vaya мiеrdа de anteojos nada mas llegar a Bilbao se rompen!
Un tipo fue a visitar a su amigo y vecino japonés que había sido víctima de un grave accidente automovilístico. Estaba en la UCI.
Al llegar encontró al nipón todo entubado. Un tubo por aquí, un tubo por allá… Cables por todas partes.
Se quedó allí parado, en silencio, al lado de la cama del amigo de ojitos rasgados, que se hallaba sereno y reposando соn todas aquellas mangueras conectadas
A su frágil cuerpo. De repente, en un momento dado, el japonés despierta y соn los ojos casi fuera de órbita, grita:
- ¡ Sakaro aota nakamy anyoba, sushi mashuta!
Dicho esto, suspiró y pasó a mejor vida.
Las últimas palabras de su amigo muerto, quedaron grabadas en la mente de nuestro protagonista. En el funeral del japonés, el individuo en cuestión se
Aproximó a la madre y a la viuda y les dijo abrazándolas:
- Señora Fumiko y señora Shakita, nuestro querido Fuyiro, segundos antes de su fallecimiento, me dijo estas palabras que no consigo olvidar: ” ¡ SAKARO
AOTA NAKAMY ANYOBA, SUSHI MASHUTA!” Y no sé qué quieren decir.
La madre de Fuyiro se desmayó casi al instante, y la viuda miró asustada al vecino.
El tipo insiste:
- ¿Qué quieren decir esas palabras, señora Shakita.
La viuda lo miró соn rabia y respondió:
- "¡No pises la manguera del oxígeno, animal!"